Funciones de la información política

Sería demasiado simplista señalar que la finalidad única y exclusiva de la información política es facilitar información a los ciudadanos, porque no nos aclararía en profundidad los diversos usos para los que se utiliza la información política en una democracia moderna.


El hecho aparentemente elemental de poner en manos de los ciudadanos noticias e informaciones sobre el acontecer político pone a estos en condiciones de desempeñar un papel más activo, les configura como actores políticos, facilita su actuación como electores y les da un instrumento indispensable para ejercitar la crítica del poder.

Más en concreto podemos señalar como funciones más importantes de la información política las siguientes:

a-) Recogida y presentación de información objetiva:

La cuestión de la objetividad de las informaciones plantea un debate permanentemente abierto, ya que se trata de un concepto muy relativo. Cada informador tiene su propia idea de en qué consiste la objetividad porque cada uno contempla los acontecimientos desde su particular punto de vista. La objetividad queda así  plenamente “subjetivizada” y, quizás la única objetividad posible sería la que combinase los diferentes enfoques.

Ningún informador puede desprenderse de sus valores, de su formación, de su orientación ideológica que, inevitablemente, permeará su visión de los hechos. Sin embargo, debe evitar a toda costa la parcialidad y la manipulación deliberada en el contenido y presentación de las noticias con el propósito de promover la causa de un determinado partido, candidato o ideología. Esto incluye la mentira, distorsión o imposición de los propios juicios de valor. La imparcialidad consiste en presentar los hechos tal y como son, manteniéndose enteramente al margen de las preferencias personales.

Se trata, en suma, de que los periodistas intenten hacer una presentación de los hechos lo menos sesgada posible y con una decidida voluntad de imparcialidad. A esa finalidad atiende el principio de que información y opinión deben estar perfectamente diferenciadas, incluso formalmente, para que el lector no se vea engañado o empujado al equívoco.

Este principio según el cual “los hechos son sagrados y las opiniones libres” es, en general, rigurosamente aplicado por la prensa anglosajona, especialmente por la americana, pero no podemos decir lo mismo de los medios europeos y latinoamericanos que, muy a menudo, no sólo tienen una orientación política, sino que muchas veces caen de lleno en la absoluta politización.

b-) Interpretación y explicación de las informaciones

El periodista debe procurar que las informaciones sean plenamente comprendidas por el lector, radioyente o telespectador menos experto o preparado. Para ello el informador deberá recurrir a la documentación que hace comprensibles las informaciones (contextualización).

Algo más allá de la documentación debemos situar los “news analysis”, cada vez más usuales, especialmente en la prensa escrita; que ponen la información en su contexto y facilitan al lector los datos para trascender la mera actualidad.

Por ejemplo, no se puede dar la noticia del derrocamiento de un presidente o de un gobierno de un determinado país sin darle al lector todos los elementos históricos, geográficos, biográficos, etc., que harían la información más comprensible.

Una serie de géneros periodísticos como la entrevista, el reportaje o la crónica pueden también contribuir a esa interpretación o explicación de las informaciones. En general, todo lo que trascienda el simple relato de un hecho puede hacer más comprensible una información y, por eso mismo, prestar al lector un servicio más completo.

c-) Contribuir a la formación de la opinión pública

Aunque información y opinión se mueven, en principio, en planos distintos, es evidente que entre una y otra existe una estrecha relación. El simple hecho de informar ya está contribuyendo a la formación de la opinión pública, porque la información viene a ser como la materia prima sobre la que la opinión se sustenta.

Dado el papel de la opinión pública en una sociedad democrática, la función de formar y expresar la opinión pública es quizás la más importante (y la que sintetiza a las otras).

Sobre este particular, políticos y periodistas suelen tener puntos de vista contradictorios. Mientras los primeros admiten la “teoría de la palanca”, es decir, ven a los medios como formadores o moldeadores de la opinión pública; los segundos se sienten más a gusto con la teoría del espejo”, es decir, entienden que ellos no hacen más que reflejar las tendencias que existen en la sociedad.

No es fácil decir quien se acerca más a la realidad ni cual de los procesos domina. No hay duda de que un periódico influye en sus lectores pero si, además no logra expresar las preferencias de éstos puede verse abandonado.

Es cierto que un medio moldea o pretende moldear la opinión pública, pero tal pretensión recibe cotidianamente el contraste que representa la evolución de sus cifras de venta o de sus audiencias, lo que obliga a una rectificación continua a la mínima señal de alejamiento de sus habituales seguidores. Algo muy parecido a lo que hacen los partidos políticos respecto a sus electores.

d-) Fijación de la agenda política

Desde las investigaciones de McCombs y Shaw, a principios de los setenta, se ha destacado el papel de los medios en el proceso de atraer la atención del público sobre ciertas cuestiones. Y hasta se ha insistido que, al llevar a cabo esta función, contribuyen a facilitar la misma participación política de los ciudadanos.

Los medios de comunicación social no nos dicen que pensar sino que facilitan el “menú” de las cuestiones que (independientemente de cuales sean nuestras opiniones personales) están “sobre la mesa” y por lo tanto van a ser objeto obligado de nuestras conversaciones y propias reflexiones.

Todo esto se refiere, obviamente, a la “agenda de los medios”, esto es, al catalogo de temas que los medios nos ponen ante los ojos, seguramente porque estiman que se trata de temas que van a atraer la atención pública o que, por su relevancia, no es posible dejar de tratar.

De esta agenda de los medios hay que diferenciar la “agenda del público”, constituida por el repertorio de cuestiones que interesan o preocupan a los ciudadanos, cuyo seguimiento puede hacerse por los barómetros de opinión.

Una tercera agenda sería la “agenda de los políticos” o los temas que los políticos de las diferentes opciones desean poner ante los ojos de los ciudadanos, con mayor o menor éxito.

e-) Control del gobierno y de otras instituciones

Los medios, al suscitar cuestiones que ponen en entredicho la acción del gobierno o de otras instituciones públicas (gobiernos regionales o locales, empresas públicas) o privadas, al sacar a la luz casos de corrupción o escándalo, ponen en marcha los mecanismos constitucionales de control.

Con sus investigaciones, los medios facilitan material para las preguntas o interpelaciones de los parlamentarios, obligan a que se formen comisiones de investigación en las cámaras legislativas o amplifican la actuación de estas al aportar nuevos aspectos a las cuestiones investigadas.

Por otra parte, se mantiene que en situaciones de mayoría absoluta, donde el gobierno tiene siempre el control, los medios asumen una función indispensable en cuanto a instrumentos independientes de control

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