LA CRÓNICA


La crónica periodística tiene casi las mismas características que el reportaje, su diferencia con éste radica en que, en el caso de la crónica, el periodista o el autor hace un énfasis especial en su versión particular y subjetiva de los hechos que narra, y es por ello que la crónica está muy ligada con la literatura, no sólo por su extensión sino por la manera como está escrita.

Un asunto fundamental en la elaboración de la crónica es la investigación previa a su escritura, etapa que, generalmente, es exhaustiva y minuciosa, lo que hace que este género logre ser, en la mayoría de los casos, profundo y analítico.

Grandes escritores colombianos como Gabriel García Márquez y Germán Castro Caycedo empezaron su carrera siendo periodistas y utilizando este género como su principal forma de expresión (tal es el caso de |Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez).

Una crónica periodística es la descripción detallada de los pormenores y alternativas de un hecho. La palabra crónica deriva del significado griego “cronos” que significa tiempo. Sigue un orden cronológico.

La estructura de la crónica está condicionada por esa exigencia de temporalidad. La correspondencia entre el orden de la historia del relato crea cierta ilusión de que el lector está ante los hechos en el mismo orden en que lo sucedieron. Este recurso busca minimizar la presencia del narrador – cronista de modo que no se refleje su participación en la construcción de la información. El objetivo es generar un efecto de objetividad.

Según cada tema, existen crónicas policiales, políticas, sociales y deportivas. Casi siempre comienza por el resultado de los hechos. No obstante, el orden cronológico siempre será indispensable para contar que se llegó a ese desenlace.

Es importante recalcar que un cronista es un escritor que establece un puente directo entre el lector y el periodista a través de historias, evocaciones, recuerdos, personajes, lugares, hechos o situaciones, trabajados con la acentuación del relato, ese fluir narrativo que desplaza imperceptiblemente las acciones frente a los ojos y la imaginación del ciudadano consciente.

En condición de escritor, el cronista hace uso de las técnicas propias de la literatura, y fundamentalmente, de su prosa exquisita que es, a la larga, lo que permitirá la adicción del lector a aquellos detalles que desfilan como una sucesión de escenas que despiertan los más disímiles sentimientos.

Lo anterior permite afirmar, entonces, que la crónica plantea un mayor grado de exigencia que los demás géneros periodísticos. Ello es así, en tanto que la materialización de la crónica requiere de varios pasos de envergadura, entre ellos, el trabajo de reportería. Incluso, la crónica obliga a un mayor trabajo de reportería que el mismo reportaje.

Crónica es sinónimo de autosuficiencia, en el sentido que debe sostenerse por sí misma. El cronista debe ser lo suficientemente audaz para mantener cautivo al lector y permitir su "liberación" sólo al final del relato, cuando la historia ya ha sido degustada y asimilada a través de la multiplicidad de sus detalles. Y como la expresión concreta de éstos hace de la crónica un género esencialmente informativo -con las correspondientes recreaciones y envolturas estéticas y narrativas- de ahí la necesidad de una labor de reportería que bien podría alcanzar los límites de la "saturación". Es, en otras palabras, el llamado superávit de información: un porcentaje de material obtenido en el trabajo de campo, superior al que va a ser utilizado en la conformación de la crónica.

Para la crónica, a diferencia de la noticia, sólo es válido uno de los seis interrogantes fundamentales: ¿por qué? Pero, no en el sentido propio de la noticia pura, sino visto en la perspectiva del cúmulo de preguntas que se plantea el cronista en su etapa previa de escritura. Digamos que es la disyuntiva del cronista: un por qué de gran tamaño y un tema rigurosamente delimitado nos acerca al tipo ideal de crónica. Con esto último, estaríamos frente al llamado primer plano o aproximación de la cámara hasta los blancos buscados u objetivos perseguidos.

"¿Por qué me fascina?", vendría a ser el primer interrogante del cronista. A partir de allí devienen múltiples por qué más a los cuales se les irá dando respuesta en el transcurso de la crónica, y serán mostrados al lector mediante un desarrollo que hace comparable a la crónica con una obra de teatro donde los personajes cobran vida y se mueven con entera libertad en medio de un eje que permitiría constituir el corazón de la historia. Por ser así, la crónica presenta un carácter de intemporalidad, en el sentido de que el mismo placer gratificante lo otorga su lectura hoy o la que se haga dentro de diez años. Y he aquí otra de las marcadas diferencias con el reportaje. La crónica se perpetúa a través de los años, prevalece y logra salir indemne frente a los estragos del tiempo. Una crónica sobre el humo del tabaco de Luis Tejada puede ser leída, en estos días, con la misma complacencia que cuando fue publicada en sus tiempos ya lejanos.

Ya se ha dicho: no hay temas buenos ni malos, sino buenos o malos cronistas. El sombrero, las sillas Luis XV, el teléfono, el computador, la Internet, las vallas publicitarias, los relojes desechables, una tragedia, un premio de la lotería o una región geográfica podrían ser -y de hecho han sido- material valioso para la elaboración de crónicas. Aún temas marginales no recomendados por su intrascendencia y "agotamiento" -la prostitución, el gaminismo, etc.- cobran vida a partir del trabajo de un buen cronista. Y tal cronista la prolonga en el tiempo con la fuerza de su narrativa y manera peculiar de abordar el tema, el hecho, la circunstancia o el lugar.

Ya hemos anotado que la crónica experimentó su gran transformación a partir del vuelco que se produjo en la literatura latinoamericana a mediados de la década del sesenta. Sin embargo, no fue sólo esa circunstancia la que permitió el cambio de rumbo. Mucho antes -diríamos décadas- la crónica estaba cruzada por los recuerdos, elemento primordial que alcanzaba primeros planos con el agregado de una prosa descriptiva, en ocasiones estática, que, a su vez, facilitaba la aparición de las añoranzas en el lector. Pero faltaban dos ingredientes que, por fortuna, son tenidos en cuenta hoy por los cronistas más representativos de la prensa iberoamericana: la entrevista y la investigación.

La primera -entrevista- hay que verla como el gran apoyo. De hecho, algunos especialistas y escritores-periodistas la asumen como un sustento fundamental de los demás géneros y no como un género en sí mismo. Aparte polémicas, la entrevista es un ingrediente previo e imprescindible para la elaboración de la crónica, hoy concebida a partir del protagonismo visible de personajes que "mueven" la historia.

La investigación constituye un proceso. Viene a ser un trabajo cuidadoso, similar al que realiza un detective en su búsqueda para establecer la verdad. Esta investigación periodística tendrá su gran resultado en el volumen informativo, en la recreación, en la presencia de detalles y en todos los elementos "concretos" que constituirán la base para el desarrollo narrativo

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